Tarsila do Amaral, Leonora Carrington y Tina Barney
Un viaje por París, y otros lugares, a través de la obra de tres artistas.
Hola lectoras y lectores!!
Welcome a este juego creativo donde comparto historias de personas que me inspiran, anécdotas personales y todo aquello que me cautiva del arte, la moda y los viajes. nsl me permite explorar nuevas formas de escritura y conectar con ustedes, probando ideas y experimentando en cada paso.
Gracias por ser parte :)
Buena lectura,
Sofi
Me he llevado pétalos y hojas secas de parques, he guardado numeritos de la ropería de alguna noche especial y envoltorios de regalo que me parecieron particularmente lindos.
Lo que más guardo son folletos de exposiciones en museos u otros espacios de exhibición artística. Los guardo en una caja grandota, de zapatos, junto con el resto de papeles, envoltorios de caramelos y recortes de revista que uso para hacer collage.
Otros folletos, ya sea porque su diseño me parece especialmente atractivo o porque la exposición de la que habla es especial para mí, quedan en una carpeta aparte. Cada tanto los miro.
Hay exposiciones que visité hace más de cinco años y siguen presentes. Las sigo comentando y los temas o artistas expuestos vuelven a surgir cada tanto. Pasa el tiempo y sigo conectando cosas que vi, sentí o aprendí en esas muestras.
En los museos aprendo, observo, me canso, me emociono, lloro, reflexiono, mato el tiempo, me aburro, me agobio, sueño, me inspiro y a veces también gasto. En los museos me han dolido muchos los lumbares, me he emocionado hasta las lágrimas y me he colado en varios.
París 2024.
Tarsila do Amaral
Cuando vi que el Museo del Luxemburgo en París, ubicado en el jardín que le da nombre, abría las puertas de una exposición dedicada a la vida y obra de la brasileña Tarsila do Amaral, me emocionó poder ver una exposición individual de una artista latinoamericana cubriendo las salas de un museo parisino. Lo latinoamericano gana terreno en la escena creativa y artística de París hace tiempo.
La obra que siempre quiero saludar cuando voy al MALBA en Buenos Aires es Abaporu (1928), y pensé que la vería en esta exposición del Museo del Luxemburgo, pero no estaba. La obra es un ícono del arte brasileño, y es central para uno de los movimientos artísticos más importantes de Latinoamérica: la antropofagia o el antropofagismo (propone una forma de creación cultural basada en la "digestión" simbólica de influencias externas para transformarlas en algo propio, original y auténticamente brasileño).
Conocía poco de Tarsila hasta que leí sobre su vida en París y en São Paulo y su participación clave en el movimiento modernista brasileño.
Cuando Tarsila volvió de París a São Paulo en 1924, trajo consigo una formación artística moderna, influida por las vanguardias europeas, como el cubismo y el fauvismo, que había estudiado en academias de allá. A su vuelta, buscó conectar profundamente con su cultura. Empezó a aplicar el lenguaje moderno adquirido en Europa para representar temas, paisajes y personajes de Brasil.
Ese mismo año, emprendió un viaje por el interior del país junto a Oswald de Andrade (su esposo y para quien dedicó la obra Abaporu) y otros artistas e intelectuales — lo que se conoció como el viaje modernista por Minas Gerais. Fue un momento clave para el modernismo brasileño.
La obra A Negra me impactó mucho y la sumé a mi lista de obras que robaría si fuese ladrona de obras de arte.
Leonora Carrington
Conocí a Leonora Carrington en 2022, mientras investigaba sobre la Bienal de Venecia de ese año. Era la edición número 59 y el tema — cada edición tiene un tema elegido por el o la curadora de turno, y cada país envía a un artista, o un grupo de, para representarlo con una obra inspirada en esa consigna — era The Milk of Dreams. Esa edición, además, fue histórica: por primera vez la Bienal tuvo a una curadora mujer al frente, la italiana Cecilia Alemani.
The Milk of Dreams toma su nombre de un libro escrito e ilustrado por Leonora Carrington, en el que los cuerpos se transforman, las identidades se disuelven y la imaginación tiene un rol central. Alemani se inspiró en la visión surrealista de Leonora para diseñar una Bienal que explorara temas como la metamorfosis del cuerpo, la relación entre los humanos y la tecnología, y la redefinición de la humanidad en un mundo en constante cambio.
El nombre y sensibilidad de la artista me quedaron en la cabeza y me las volví a encontrar en el 2024, en París, mientras recorría la exposición dedicada a los 100 años del surrealismo en el Centro Pompidou.
Aunque el dadaísmo, un preludio del surrealismo, siempre me atrajo a nivel conceptual y estético, el surrealismo nunca fue un movimiento que me cautivara especialmente; y esta exposición no parecía destinada a cambiar mucho mi opinión, hasta que me encontré con una obra en particular. La muestra estaba repleta de piezas de Salvador Dalí, René Magritte, Max Ernst, Yves Tanguy y otros grandes nombres del movimiento.
Muchas de las obras de los nombres famosos de la expo eran enormes, pero me llamó la atención una más chica que la media, de 61 × 76.2 cm para ser bien exacta. Era Green Tea, de Leonora Carrigton. Fue la primera obra de la exhibición que me dio ganas de tomar una foto y de mandarla al grupo de mi familia, para mostrar lo que había encontrado.
En Green Tea se ve a una mujer altísima, que parece estar atrapada, fuera de lugar. Se dice que es la propia Leonora, y que la obra está inspirada en su cuento The Oval Lady. Está rodeada de un verde intenso, que los analistas dicen que representa el lugar donde la artista creció: el campo del noroeste inglés. En Green Tea las colas de los caballos son troncos de árbol y hay un mundo subterráneo vivo.
Fue la primera vez que me mostraron a una mujer vinculada el movimiento surrealista. Pensé en la importancia de la curaduría de una muestra, en la relevancia de quién elige qué y cómo exhibir.
Leí varios libros sobre Leonora, uno escrito por su prima periodista Joanna Moorhead. Se crió en Crookhey Hall, una mansión rodeada de paisajes verdes, en una familia de la alta sociedad. A los 16 años, se escapó de su casa para dedicarse al arte y unirse al grupo de artistas surrealistas en París, donde conoció al alemán Max Ernst, con quien compartió varios años de su vida.
Llegada la Segunda Guerra Mundial, muchos artistas e intelectuales fueron perseguidos debido a su origen o ideologías, y Leonora tuvo que escapar de Europa. Realizó el mismo recorrido que otros de su generación: cruzar por Lisboa (aunque algunos lo hacían por Marsella, Francia) para embarcarse hacia el exilio, con destino a Estados Unidos, México o a otros países del continente americano.
Algunas de estas historias se pueden ver en la serie Transatlantic, en Netflix, que está inspirada en hechos y personas reales de esos años.
Leonora se exilió en Ciudad de México y es por eso que su obra y su nombre se relacionan tanto con ese país.
Más adelante en al muestra me acerqué a otra obra que me también me atrajo mucho. Era de Remedios Varo, artista española que también se exilió en México (después leí que era amiga de Leonora). La obra era La Creación de las aves. También le saqué foto y la agregué a mi lista.
Lee Miller
Ya sé que dije solo 3 artistas, pero mientras escribía sobre Leonora me acordé de Lee Miller y quiero sumarla. Mientras estaba en París, la película sobre esta fotógrafa inglesa estaba en cartelera. No la vi hasta hace poco, en la compu y ya en Uruguay (no me pareció una buena peli cinematográficamente hablando, pero sí me gustó conocer más sobre la fotógrafa).
Leyendo sobre Leonora Carrington, meses antes de ver la peli sobre Miller, aprendí que la artista surrealista vivió un tiempo en el sur de Francia junto a su pareja Max Ernst. Se pasaban recibiendo amigos artistas, coleccionistas, y todo aquel relacionado al grupo surrealista.
Fue en esa casa de Leonora y Max que Lee Miller tomó varias fotos de la pareja, cuando los fue a visitar en el verano de 1937, junto a su pareja Roland Penrose - artista surrealista inglés. En otras fotos de Miller de ese verano se ve también a Man Ray, Paul Éluard y Nusch Éluard (íconos del movimiento surrealista).
Esas son fotos tomadas antes de la Segunda Guerra Mundial, es decir antes de que Miller se convirtiera en fotoperiodista de guerra y viajara, como corresponsal de la Vogue británica (con Audrey Withers como editora jefa), a cubrir lo que estaba pasando en distintos países. Algunos de sus trabajos se centran en la liberación de los campos de concentración de Dachau y Buchenwald, la batalla de Saint-Malo, la liberación de París y los hospitales en Normandía.
La fotografía más reconocida de Miller es una en la que ella está en la bañera del departamento de Adolf Hitler en Múnich, tomada el 30 de abril de 1945 (el mismo día en que Hitler se suicidó en Berlín). Si bien fue tomada por David E. Scherman, su compañero de trabajo, fue ella quien ideó y compuso la escena.


Tina Barney
Conocí el trabajo de Tina Barney durante este viaje. Fui a su exposición en el Jeu de Paume, donde se exhibieron obras que abarcaban 40 años de su carrera.
“Estaba pensando en los gestos y en la forma en que las personas se sitúan cerca unas de otras en la costa este (de Estados Unidos), en comparación con la costa oeste (de Estados Unidos), y en cómo se puede identificar de dónde viene alguien según la forma en que se sitúa o se comporta, lo que lleva puesto y cómo lo lleva puesto. Esta imagen tiene mucho que ver con eso. Corté las cabezas de las personas porque no quería que fuera un retrato. Quería que el espectador se centrara en aquellas cosas que me resultaban interesantes”, leí del texto ubicado al costado de una foto en la que se ve a dos hombres de traje.
La fotógrafa estadounidense hace foco en los hábitos culturales dentro de los entornos domésticos, en los roles sociales dentro de las familias, en los rituales familiares. En la muestra había varias salas dedicadas a sus trabajos editoriales con celebridades, y muchas más dedicadas a su trabajo en torno a la familia - tanto la suya, que es centro de su trabajo desde sus comienzos en la fotografía, como ajenas.
Lo que más me impactó de su trabajo fue la mirada, aguda, íntima. Hay una sensibilidad enorme en la forma en que observa, y también mucha valentía en elegir como tema principal a su propia familia, a lo largo de décadas, y exponerla —literal y simbólicamente— en las paredes de un museo.


Me gustó su uso del flash y el tamaño enorme de las fotografías expuestas.
Hay algo kitsch en las casas, las alfombras, las telas, los muebles, las cortinas, una estética recargada, una alta sociedad estadounidense.
Hay algo teatral en sus fotos. Lo escenográfico juega un rol fuerte en su práctica: aunque varias imágenes parecen espontáneas, muchas están cuidadosamente construidas. También aparece ella en el encuadre en varias ocasiones.
Me quedé mucho tiempo frente a Family Commission with Snake, Marina’s Room, Sunday New York Times, The Portrait, Bridesmaids in Pink y varias más — hay una mezcla de distancia y cercanía, de rigidez y ternura. Después leí que Sofia Coppola es fan de Tina Barney, y todo tuvo sentido.
Aplausos